domingo, 1 de enero de 2012

  Las sombras se iluminan, las memorias se proyectan. Abrí los ojos, ahora era diferente. Su piel era más oscura, su sonrisa más brillante. La sombra del pasado ya no nublaba sus ojos que refulgían con la luz del ocaso. La vegetación de la hermosa llanura le llegaba casi a la cintura, pero no importaba, aún en la mas absoluta de las oscuridades ella era hermosa. Sonrió aún más, se acercó con cierta timidez. Extendí los brazos y la dejé refugiarse. Eso sí que no había cambiado, yo seguía ahí para ella y ella seguía apoyándose en mí. Unas cuantas lágrimas rodaron por su cara, pero ya no eran lágrimas de tormento, sino de infinito éxtasis. Estaba orgulloso de ella, siempre fuerte, saliendo adelante.
-Te extrañé mucho-murmuró.
-Yo aun más-contesté, besando su cabeza-. Y sigo sin comprender por qué te fuiste.
-Las penas me superaban, pero ya pasó.
-Sabes que siempre podrás contar conmigo.
  Me presionó contra su cuerpo antes de soltarme. Volví a mirarla. Ya no estaba el peso de los errores cometidos y no cometidos en sus hombros ni la inseguridad en su mirada. Era libre, como siempre había soñado, como ambos habíamos soñado.
-Ten, para que no me olvides nunca.
-Jamás lo haría-aseguré mientras extendía la mano. Ella la besó y posó con suma delicadeza una cadena de oro con una cruz colgando.
-Nos vemos luego-saludó y se esfumó en millones de chispas doradas.

  Acaricio el collar pensativo. Miro la hora, sin leerla en realidad. No importa el tiempo, pues la esperaré hasta el final del principio, hasta el principio del fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario