martes, 31 de enero de 2012

Siempre la miraba. Más allá de la ventana, todas las noches se posaba ese búho y la observaba dar vueltas en la cama. Ella, aterrorizada, se tapaba hasta la barbilla con los ojos fuertemente cerrados. Nunca entendió por qué la atemorizaba tanto. Sólo era un búho, pero parecía pensar como un humano. Tal vez solo se lo imaginaba... no, estaba segura de que todo era real.
  Una vez había intentado cerrar las cortinas, pero aún así sintió la penetrante mirada. Como no le habían permitido cambiar de habitación, intentó dormir en el living pero, para su sorpresa y terror, el animal se posó en el alféizar, observándola.
  Sentía la paranoia aflorar cada vez que pasaba el crepúsculo. Ahora no solo le temía al animal, sino también a la noche. Sin importar cuantas estrellas hubiera en el firmamento, o cuan grande estuviera la luna, nunca había suficiente luz para ahuyentarlo. Tampoco le afectaba la luz artificial, él era indiferente.
-Vete, vete, vete-murmuraba ella todas las noches.
  Pero no se iba, ni lo haría nunca.
  Incluso cuando llegaron los hombres de blanco, él seguía allí. Cuando la llevaron, él la acompañó. Cuando la encerraron en la pequeña habitación sin ventanas él la miraba a través de las paredes...

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